Para conocimiento de los lectores jóvenes que tengan curiosidad de leer estas notas, voy a referirme al mote de ‘’siembra hielo’’ que burlonamente les han puesto los demás pueblos de la República, desde hace ya largo tiempo, a los banilejos.
Hay una versión que se tiene como la más autentica, que dice que Tomás Velázquez, quien por autorización legal ejercía la medicina en Baní, y era hombre de holgados recursos económicos, acostumbraba a enviar a buscar a la capital, el hielo necesario para las fiestas que se celebraban en su espaciosa casa, situada en el sitio en que hoy esta el edificio de dos pisos, en donde funciona un banco, en la calle Nuestra Señora de Regla (esquina Sánchez).
En esa casa vivió por muchos años también el diligente banilejo Ebroíno Troncoso, quien ha sido comerciante, fotógrafo y agente funerario.
El “hielo” en cuestión era traído en las árganas de una recua de mulos muy bien cubiertos con sacos y cáscaras del grano de café.
En el patio de su casa, debajo de una frondosa mata de anacahuita, don Tomás mandó a abrir un hoyo, de forma cuadrada, cuyos lados fueron cubiertos con carbón, para depositar el hielo ahí, a fin de que pudiera conservarse por varios días.
Los capitaleños que acostumbraban a visitar a Baní para disfrutar de sus fiestas patronales, pudieron contemplar en la casa de don Tomás, el ajetreo de sacar el hielo de la tierra.
Y con rapidez propalaron en la capital que habían visto sembrando hielo en Baní.
Hay otra versión que dice que cuando el hielo todavía no se fabricaba en Baní, las familias pudientes de entonces lo traían desde Santo Domingo en las goletas que desembarcaban por el puerto del Agua de la Estancia, que estaba situado a unos seis kilómetros de la ciudad.
En lo que llegaban las carretas tiradas por mulos a buscarlo, los banilejos lo enterraban en la arena para su mejor conservación lo cual dio motivos a los capitaleños que venían en las goletas para que dijeran que en Baní se sembraba el hielo.
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fuente:almomento.net
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