Rafael Jiménez camina a paso lento. Habla con dificultad. Apenas puede cargar sus instrumentos de trabajo. Aunque ya no tiene mucha fuerza para laborar por su avanzada edad y precaria salud, le sobran las ganas de trabajar.
A sus 79 años de edad, continúa lustrando zapatos, un oficio que realiza desde hace 55 años, sin encontrar la protección del Estado para retirarse.
Vive en el barrio San Carlos, del Distrito Nacional, en la calle Eugenio Perdomo casi esquina México, en casa de un hermano y la familia de éste, según informó.
Temprano en la mañana sale a trabajar por distintos sectores, principalmente en el que vive, Ciudad Nueva y la Zona Colonial, para poder conseguir los ingresos que necesita para alimentarse y comprar medicamentos.
Cuando se sienta para brillar el calzado de un cliente, se mantiene con la cabeza agachada, casi pegada de la caja de limpiabotas. Después tiene dificultades para pararse.
Desayuna en su casa, pero el almuerzo tiene que comprarlo en la calle, excepto el lunes, que va a un negocio de una cuñada en la calle Beller, próximo al Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, donde se lo guardan.
Los demás días tiene que buscar el dinero para comprarlo, pero a veces llega el mediodía sin reunir lo suficiente. “Como donde me coja el día”, expresa.
¿Cuánto usted hace en un día? “poca cosa, chiripa”, responde. Limpiar un calzado cuesta 25 pesos. Cuando consigue dinero para compara la comida, pide a personas de confianza. “Al que no conozco no le pido”, dice.
Cuando se le preguntó si tenía mujer o hijos, la tristeza fue la respuesta. Luego, lo negó mediante un gesto moviendo la cabeza, pero dando la impresión de que sí tenía, pero no quiso abundar.
Empezó a caminar de prisa para llegar donde su cuñada a buscar la comida, pues era un lunes. Mientras iba caminando expresó: “me voy, me voy, no puedo estar mucho parado, me caigo”.
Era la una de la tarde. “Tengo hambre, me duele el estómago, me siento maloso”, comentó.
Luego enfatizó: “Tengo que ir a comer a la calle Beller”. Su semblante es una muestra de que no aguanta más el hambre. Recordó que limpia zapatos desde los 24 años. Labora de nueve de la mañana a seis de la tarde. Contó que a veces guarda dinero para comprar medicamentos, porque sufre de los nervios. Se atiende en el hospital Padre Billini.
Este envejeciente no ha encontrado la protección del Estado. Se ha visto obligado a salir a trabajar, exponiéndose a ser atropellado por algún conductor imprudente o a ser víctima de los delincuentes.
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LEY OBLIGA A PROTEGER A LOS ENVEJECIENTES
El Estado debe brindar protección a envejecientes que, como Rafael Jiménez, tienen que salir a la calle a trabajar para poderse mantener, a pesar de su avanzada edad La ley 352-98 sobre protección a la persona envejeciente establece que el Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape) debe otorgar un “carnet de exoneración” a todo envejeciente, para concederle una serie de beneficios especiales, entre ellos descuentos en el transporte público, en los servicios médicos sanitarios en hospitales y clínicas privadas, en las tasas de interés de préstamos con fines de viviendas, entre otras facilidades.
LEY OBLIGA A PROTEGER A LOS ENVEJECIENTES
El Estado debe brindar protección a envejecientes que, como Rafael Jiménez, tienen que salir a la calle a trabajar para poderse mantener, a pesar de su avanzada edad La ley 352-98 sobre protección a la persona envejeciente establece que el Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape) debe otorgar un “carnet de exoneración” a todo envejeciente, para concederle una serie de beneficios especiales, entre ellos descuentos en el transporte público, en los servicios médicos sanitarios en hospitales y clínicas privadas, en las tasas de interés de préstamos con fines de viviendas, entre otras facilidades.
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fuente:listindiario.com
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