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La señora Joselín Valerio, dos de sus hijos, un sobrino y dos nietos, dormían profundamente en su casa a escasos metros de la envasadora, cuando se comenzaba a gestar la concentración de gas, que luego causó la detonación.
Narra Valerio que su perrita “Chiqui” entró varias veces a su habitación ladrando con fuerza. Arañaba la cama de la señora, y entraba y salía del cuarto nerviosa, haciendo cada vez más ruido, hasta que la despertó.
Cuenta que al oír el ladrido desesperado de su perra se levantó y al salir de la habitación se percató de que algo pasaba en los alrededores de su casa, mientras la mascota seguía ladrando.
“Chiqui entraba a mi habitación, me ladraba duro, así hacía en la cama (arañaba), y salía y volvía, y entraba ladrando mucho. Ahí fue que yo me di cuenta... y dije: ´qué es lo que pasa´. Oí como un murmullo, salí, y vi a una vecina que salió corriendo y me dijo: ´Salga vecina, que es la planta de gas que va a explotar´”, relata.
Volvió a las habitaciones corriendo y con el corazón acelerado. Comenzó a despertar a sus hijos y nietos, y al sobrino, desesperadamente, hasta que lograron salir despavoridos momentos antes de la explosión, pero no hubo tiempo de buscar a “Chiqui”.
No se sabe cómo, pero la canina sobrevivió. Sigue nerviosa, sin pestañas ni bigotes y con quemaduras en sus patas delanteras, las orejas y el cuello.
“Chiqui” se esconde debajo de la cama que quedó, no quiere salir de su escondite, como si temiera todavía, pero su dueña logra sacarla para fotografiarla y la acaricia pasándole sus manos por la cabeza. El aliciente aún no logra bajar su tensión y sus orejas se mantienen activas, como esperado otra explosión.
fuente:diariolibre.com.do
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