Su sueño y el de su esposo era emprender un negocio familiar propio. Su primera idea fue vender productos químicos (shampoo, rinse y vinagre) para el consumo masivo; sin embargo, la inquietud y curiosidad de la comunidad les llevó a dedicarse a la venta de agua purificada.
Deyanira Taveras fue, durante muchos años, esposa y madre consagrada de tres hijos (dos hembras y un varón). Con el impulso y la motivación de su esposo, Erasmo Paredes, asumió el reto de dirigir y administrar un negocio propio que le ha servido de sostén a la educación de sus hijas e hijo, y que le ha permitido descubrir su don gerencial y desarrollarse como emprendedora.
Agua EDA, es el nombre de la empresa procesadora y purificadora de agua que dirige. Cuenta que en principio no creía que ella pudiera sostener ese proyecto, pero su esposo le ayudó a ir ganando confianza. “Yo le dije que no podía sola y él me dijo atiéndelo seis meses que después yo buscaré un administrador, eso fue en el 2007, y mire los años que llevamos”.
Deyanira sostiene que no tenían experiencia en este tipo de negocio. “Cuando conseguimos local, iniciamos con la elaboración y venta de shampoo, rinse o acondicionador y vinagre, para un consumo masivo y económico, pero al llegar aquí la misma comunidad nos preguntaba que si íbamos a vender agua, y nos dejó saber que hacía falta una purificadora de agua en Herrera. Nosotros fuimos de los primeros en el sector de Herrera”, destaca Deyanira.
El edificio en el que funciona la empresa pertenece a su hermano al que paga RD$25,000.00. Cuando le comentó la idea de dedicarse a la venta de agua, su respuesta fue “tú crees que eso funcione”, y le dio la facilidad de no pagar la renta hasta que no estuviera preparada, “él pensó que eso no iba a funcionar”, indica Deyanira con la sonrisa que delata su satisfacción con los resultados del esfuerzo familiar.
“Esa fue la facilidad que tuvimos al inicio, las cosas son muy difíciles cuando los recursos salen del esfuerzo propio, cuando uno tiene que esmerarse, ser emprendedor y tener mucha perseverancia. Cuando llegamos aquí no teníamos absolutamente nada”, explica.
Sus hijas Edelmira y Lisbeth desde los 13 y 14 años participaron en el desarrollo de la empresa y en ellas aprendieron a manejar el negocio, sin embargo, fue su hijo Abraham, que contaba con 16 años, quien se convirtió en su mano derecha, asumiendo los compromisos del día a día, hasta que su esposo concluía sus labores como servidor público. Con el crecimiento que ha experimentado la procesadora de agua, Deyanira y Erasmo han logrado sostener los estudios de sus dos hijas. Edelmira, con 21 años se gradúa con honores de maestra este fin de semana, y Lisbeth se prepara como médico.
fuente:listindiario.com
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