miércoles, 28 de septiembre de 2016

Se relaja la disciplina escolar; abofetean a una maestra y no hubo sanción ejemplar

Basta estar una sola noche en un aula de escuela pública para que salga a relucir el nivel de irrespeto e indolencia que muestra la mayoría de los alumnos, que provienen de familias disfuncionales, ante los maestros de los centros de estudios.
Reporteros del Listín Diario hicieron un recorrido por la escuela Emilio Prud’ Homme, en Villa Duarte, con el objetivo de palpar las deficiencias prevalecientes y las actitudes de los jóvenes estudiantes, así como escuchar los testimonios sobre hechos violentos que han sucedido en ese lugar.
Los pantalones caídos mostrando los boxers de colores, las recortadas calientes de rayas y los aretes y piercings son las primeras impresiones en esos centros que aparentemente operan con las manos atadas para prohibir esos artilugios, que sin denostar por los prejuicios, son pequeñas señales de que podrían estar adentrándose en las sendas del bajo mundo y no de la superación catedrática.
Pero sin duda el principal problema no es la apariencia, es lo que se encuentra detrás de esos aspectos hostiles y la debilidad de esas instituciones de enseñanza para combatir esos incidentes, cuya inoperancia trae como consecuencia la comercialización de drogas dentro de las aulas, las escenas violentas dignas de ser fotografiadas para una portada de una revista de suceso, y la falta de respeto al docente que alcanza niveles de agresiones a maestros hasta con bofetadas.
Estos episodios al parecer ya no estremecen a la sociedad como lo hubiesen hecho en otros tiempos, donde por cualquier rasguño en la cara de un alumno o de un docente, hacía descender estrepitosamente la fama de cualquier casa de estudio.
Altagracia Turbí, como muchos otros docentes que imparten sus clases en las escuelas públicas del país, no solo tiene el reto de nutrir de conocimientos a estudiantes que en su mayoría provienen de familias disfuncionales, sino que también tiene el desafío de enseñarles y encaminarlos sin ni siquiera contar con las mínimas condiciones materiales para hacerlo.
Cada día del período escolar, en su hora de clase asisten los alumnos con el clásico uniforme azul cielo y color caqui pero con la clara diferencia de que el peculiar “estilo callejero” adorna la rebeldía que arrastran desde sus hogares y que llevan con ellos hacia la casa de estudios.
“La falta de educación familiar, de valores y de muchas otras cosas más que son vitales para que un ser humano verdaderamente pueda ser una persona de bien; son inexistentes para la mayoría de estudiantes de escuelas públicas ya que desde su nacimiento han carecido de oportunidades, y sumado a eso, vienen a la escuela y también se encuentran con una escena deprimente donde la falta de butacas, de abanicos, alumbrados y computadoras entorpecen su desarrollo”, expresa Turbí.
fuente:listindiario.com

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