ROMA.- El mundo encara la amenaza global que representa la resistencia a los antibióticos y otros antimicrobianos con más preguntas que respuestas, aunque con la certeza de que parte del problema está en la forma de producir alimentos.
La semana pasada la Asamblea General de la ONU acordó por primera vez luchar contra las “superbacterias”, resistentes a unos fármacos que antes funcionaban y que cada vez son menos eficaces, lo que dificulta el tratamiento de infecciones comunes y potencialmente mortales como la neumonía o la malaria.
Solo en tres ocasiones anteriores ese órgano de alto nivel se había reunido para abordar una cuestión de salud, en concreto el VIH, las enfermedades no transmisibles y el ébola.
Esta vez los países se comprometieron a adoptar una estrategia coordinada contra la resistencia a los antibióticos, que ha aumentado con el uso y abuso de medicamentos en humanos, animales y plantas, y que constituye “el mayor y más urgente riesgo global requiriendo atención nacional e internacional”.
El director general adjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Keiji Fukuda, recordó esta semana en Roma que se trata de un problema que “está ocurriendo ahora y en todas partes”, y que no depende del nivel de desarrollo.
De hecho, en Estados Unidos se estima que unas 23.000 personas fallecen al año por infecciones resistentes a los antibióticos y en la Unión Europea otras 25.000.
El Banco Mundial también ha sacado sus proyecciones: esas enfermedades podrían causar una fuerte crisis económica que arrastraría hasta 28 millones de personas a la pobreza para 2050.
Por eso, enfatizó Fukuda, en los próximos meses habrá que coordinar los esfuerzos internacionales, destinar recursos financieros, concienciar más a la población y aplicar en los países un plan elaborado por la OMS, la agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE).
Muchas de las miradas están ahora puestas en el sector primario, donde se suelen usar medicamentos para tratar las enfermedades animales o evitar que se propaguen en granjas y piscifactorías (llegando incluso a dejar residuos en los suelos, cultivos y agua).
Unas prácticas que abren la puerta a la aparición de microbios resistentes que después pueden afectar a los consumidores.
¿Por dónde empezar? El jefe de Veterinaria de la FAO, Juan Lubroth, destacó a Efe que necesitan sobre todo tener mejor información sobre el comercio y el consumo de antimicrobianos en la producción de alimentos para saber cuál es la situación actual y poder medir los avances en el futuro destinando, claro está, fondos.
fuente;noticiassin.com
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