jueves, 1 de diciembre de 2016

El macabro destino de los cadáveres a los que les late el corazón

Sus corazones siguen latiendo. Orinan, sus cuerpos no se descomponen y son cálidos al tacto; sus estómagos retumban, sus heridas se curan y sus tripas pueden digerir los alimentos. Pueden tener ataques cardíacos, fiebre y sufrir de escaras. Pueden sonrojarse y sudar: incluso pueden tener bebés.
Y sin embargo, de acuerdo con la mayoría de las definiciones legales y médicas, estos pacientes están completa e indiscutiblemente muertos.
Estos son los cadáveres de corazón latiente; cuerpos con muerte cerebral, con órganos funcionales y pulso.
Sus costos médicos son astronómicos (hasta US$217.784 por solo escasas semanas), y con un poco de suerte y mucha ayuda, hoy es posible que el cuerpo sobreviva durante meses o, en raros casos, décadas, aunque técnicamente esté muerto.
¿Cómo es posible? ¿Por qué sucede? ¿Y cómo saben los médicos que están realmente muertos?

Por gracia de la electricidad

Identificar a los muertos nunca ha sido fácil. En la Francia del siglo XIX había 30 teorías acerca de cómo saber si alguien había fallecido, incluyendo atar pinzas a sus pezones y poner sanguijuelas en sus glúteos.
En 1846, la Academia de Ciencias de París lanzó un concurso para "el mejor trabajo sobre los signos de la muerte y los medios para prevenir entierros prematuros", y un joven médico probó su suerte.
Eugène Bouchut calculó que si el corazón de una persona había dejado de latir, seguramente estaría muerta. Sugirió usar el estetoscopio recién inventado para escuchar el latido del corazón: si el médico no oía nada durante dos minutos, el cuerpo podría ser enterrado con seguridad.
Bouchut ganó el concurso y su definición de "muerte clínica" quedó establecida para ser inmortalizada en películas, libros y la sabiduría popular.
Pero un descubrimiento fortuito en la década de 1920 hizo las cosas definitivamente más confusas. Un ingeniero eléctrico de Brooklyn, Nueva York, había estado investigando por qué las personas mueren después de haber sido electrocutadas, y se preguntó si una sacudida con el voltaje adecuado también podría traerlas de nuevo a la vida.
William Kouwenhoven dedicó los siguientes 50 años a hallar una manera de que eso sucediera, lo que eventualmente llevó a la invención del desfibrilador.
Fue la primera de una avalancha de nuevas técnicas revolucionarias, incluyendo ventiladores mecánicos y tubos de alimentación, catéteres y máquinas de diálisis.
Por primera vez, podías carecer de ciertas funciones corporales y aún estar vivo. Nuestra comprensión de la muerte se estaba desvaneciendo.
Ellos han propuesto la definición de "cerebro superior", lo que significa que una persona no está muerta cuando su corazón deja de latir, o incluso cuando deja de respirar; una persona está muerta cuando pierde su "personalidad".
Aquellos con partes cruciales de sus cerebros intactos y la capacidad de respirar independientemente estarían muertos siempre y cuando ya no pudieran tener pensamientos conscientes.
Aflojando la definición un poco más, los médicos de trasplante tendrían acceso a un grupo mucho más grande de donantes potenciales y salvar un sinnúmero de vidas.
La muerte no es un hecho puntual, es un proceso -pero después de miles de años, todavía estamos buscando algo más definitivo. Y no parece que estemos a punto de sacar una conclusión muy pronto
fuente:bbc.co.uk

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