Cuba se prepara, en medio de interrogantes, para recibir otro golpe. La dinastía castrista se acerca a su fin, después de más de medio siglo de implantar un férreo régimen socialista, que ya se hace insostenible. Todos los cubanos lo saben. El presidente Raul Castro Ruz, que el 3 de junio cumplirá 86 años, prometió abdicar en febrero de 2018. Exactamente en 12 meses.
El país todavía lucha por reponerse del duelo emocional provocado tras la muerte de su líder, Fidel Castro, “El Comandante”, por antonomasia, ocurrida el 25 de noviembre pasado al influjo de una enfermedad y prolongada convalecencia que lo había separado del poder en 2006.
Desde entonces el panorama ha ido cambiando como dinamo. Un ejército de personas está dejando a un lado sus reservas y muestran, como un desafío, su disposición a exteriorizar las causas de las vicisitudes que enfrentan, al reconocer que el Estado no puede aún satisfacer las necesidades de la familia cubana. Sus expectativas de cambios, llamando a acelerar el proceso de reformas económicas y rejuvenecer su liderazgo.
Pero también sin dejar de valorar los evidentes logros de la Revolución en materia de educación, salud, seguridad, deportes y, sobre todo, en su dignidad humana. ¡Ah! Y cuando las multitudes proclaman en diferentes escenarios: “Yo soy Fidel”. Aunque reconociendo ahora que carecen de la importante referencia física del líder histórico, ausente desde hace tres meses, y para siempre.
En las calles de La Habana se puede reconfirmar, además, las débiles virtudes que atribuyen a Raúl en comparación con la inmensidad de su hermano, lo que hace imposible pensar en una prolongada sucesión familiar en el poder.
fuente:listindiario.com
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