Una hoja de laurel de oro procedente de la corona que llevó Napoleón en su entronización como emperador en 1804 fue adjudicada hoy por 500.000 euros (589.000 dólares) en Fontainebleau, en las afueras de París, informó la casa de subastas Osenat.
La hoja, de 9,2 centímetros de largo y apenas 10 gramos de peso, nunca fue llevada por el mandatario, porque, a petición suya, se retiró de esa corona de estilo romano en una de las pruebas previas a la ceremonia.
"Su majestad me ha felicitado, pero el peso de los laureles le molestaba un poco", habría dicho posteriormente el orfebre, Martin Guillaume Biennais.
Biennais tenía seis hijas y les dio una a cada una: "Guardadlas y que vuestros hijos las guarden después de vosotras", les señaló al ofrecérselas como regalo. Las otras cinco, no obstante, no han sido conservadas.
Cuando el rey Luis XVIII recuperó el trono ordenó en 1819 destruir la corona, que fue fundida y convertida en un lingote de oro, por lo que la casa Osenat destaca que esta hoja forma parte de la historia de Francia.
La otra única hoja superviviente de esa joya, que se conserva en el museo de Fontainebleau, fue una que Napoleón le regaló al pintor Jean-Baptiste Isabey. Cuando el artista le colocó la corona para hacerle un retrato, se desprendió una de las hojas y el soberano decidió regalársela como recuerdo de su "torpeza".
"Su majestad me ha felicitado, pero el peso de los laureles le molestaba un poco", habría dicho posteriormente el orfebre, Martin Guillaume Biennais.
Biennais tenía seis hijas y les dio una a cada una: "Guardadlas y que vuestros hijos las guarden después de vosotras", les señaló al ofrecérselas como regalo. Las otras cinco, no obstante, no han sido conservadas.
Cuando el rey Luis XVIII recuperó el trono ordenó en 1819 destruir la corona, que fue fundida y convertida en un lingote de oro, por lo que la casa Osenat destaca que esta hoja forma parte de la historia de Francia.
La otra única hoja superviviente de esa joya, que se conserva en el museo de Fontainebleau, fue una que Napoleón le regaló al pintor Jean-Baptiste Isabey. Cuando el artista le colocó la corona para hacerle un retrato, se desprendió una de las hojas y el soberano decidió regalársela como recuerdo de su "torpeza".
fuente:listindiario.com
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