Los boletines no cesaban: Un ataque en un concierto, en una iglesia, en una heladería; un agresor con un arma, un martillo o ácido en la mano. Un terremoto en México, un monzón en la India, la erupción de un volcán en Balí, huracán tras huracán tras huracán. El teléfono que vibra a cada rato con el anuncio de denuncias de acoso sexual contra su actor favorito.
El volátil 2017 nos estremeció tanto y tan a menudo que fue como recibir constantes latigazos. Y ni hablar de Donald Trump, que generó tanto revuelo.
“Fue como uno de esos túneles del horror de los parques de diversiones, en los que en cada curva las cosas se ponen peor”, comentó Marian Salzman, que estudia tendencias. “Cada vez que apago un aparato, me da ansiedad porque tengo la sensación de que no me entero de la última” catástrofe.
El 2017 quedó marcado desde sus mismos albores. El 1ro de enero un individuo mató a tiros a 39 personas e hirió a muchas más en Estambul.
En todo el mundo los vehículos pasaron a ser armas letales, arrollando a personas en los puentes de Westminster y de Londres, en Times Square y en un sendero de bicicletas en Manhattan; en una calle comercial de Estocolmo y en las Ramblas de Barcelona.
El terrorismo y otros actos de violencia fueron tan frecuentes que ya son casi considerados parte de la vida diaria.
“Puede suceder en cualquier lado”, afirmó Luis Antonio Bone, un jubilado de Barcelona de 66 años.
El terrorismo, no obstante, no impedirá que siga viviendo su vida, aseguró Bone, en una actitud que se repitió en todos los lugares donde hubo grandes tragedias.
En Texas, el pastor Frank Pomeroy aseguró que el bien prevalecerá sobre el mal después de que 25 fieles, incluida su propia hija de 14 años, fuesen asesinados en su iglesia de una localidad rural. “En lugar de optar por la oscuridad, como hizo este muchacho, nosotros elegimos la vida”, expresó.
En Las Vegas, donde 58 personas fueron asesinadas durante un festival musical, algunos trataron de poner una nota de optimismo en medio de tanto sufrimiento. Jay Pleggenkuhle, de 52 años y quien trabaja en el mantenimiento de jardines, ayudó a crear un jardín recordatorio de las víctimas, con un árbol por cada una de ellas. Unas mil personas se ofrecieron como voluntarias para colaborar.
“La gente se unió a la luz de esta tragedia”, dijo Pleggenkuhle.
fuente:listindiario.com
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