Extraño, pero la carta tiene fecha del 21 de este mes, aunque su destitución ocurrió el 22. Un día después. La remitió al presidente de su país, Michel Martelly. Su subscritor: Daniel Supplice. El exembajador haitiano le escribió al mandatario con un arrojo titánico. Desde las causas de la crisis entre ambos pueblos, los obstáculos, los migrantes en este lado de la isla, la acogida y ayuda de las autoridades dominicanas a sus compatriotas, en estudio y salud, hasta la desidia de su propio gobierno para ayudarles a legalizar su estatus migratorio.
Pero la nota más sensible en contenido escrita por el veterano diplomático, caído en desgracia, presuntamente por no haber defendido “apropiadamente” a su país, resalta cuando trata el asunto de la identidad.
Suplice le expone a Martelly, en forma desnuda, el drama social y humano prevaleciente en ese país en torno al problema de identidad de su pueblo, señalando que el Estado haitiano no ha podido, desde hace 211 años, “entregarles a nuestros ciudadanos un acta de nacimiento que pruebe que ellos existen…”.
Santo Domingo, 21 de julio 2015 Su Excelencia Michel Joseph Marbellí Presidente de la Republique de Haití
Su escritorio
Señor Presidente, Después de haber tenido durante noventa y dos (92) días con honor, respeto, conciencia y patriotismo la enseña bicolor nacional en el territorio de Duarte, Sánchez y Mella (sic.), hoy tengo el honor de presentarle sin mácula en estos pliegos gloriosos el sentimiento patriótico de haber tratado de ser útil.
Le ruego que crea que la decisión de hacer este gesto simbólico no es ni el resultado de una emoción pasajera ni un cálculo interesado en ver una agenda vergonzosa.
El hábito de instrucciones claras y precisas, coherentes y en armonía con las reglas del juego de la diplomacia y la ética en la administración pública terminaron por hacer de mí (después de todo este tiempo) un cuadro ansioso de resultados y que sobre todo toma en cuenta el peso de la realidad objetiva de las cosas y las relaciones.
Es con calma, sabiduría y perspicacia que se resuelven los conflictos entre Estados.
La gestión de las relaciones entre Haití y la República Dominicana exige de los diferentes actores una actitud, racional, razonable, donde no caben el amateurismo y la improvisación.
La República Dominicana es un vecino con el cual estamos condenados por la geografía a vivir juntos a pesar del desarrollo desigual que acompaña a un diferencial marginal de acceso a bienes y servicios.
Le escribí varias cartas que lamentablemente han quedado sin respuesta, y en mi último informe del 14 de julio, tomé la precaución de reiterarle la urgencia de que la diplomacia haitiana tenía que gestionar la crisis no sólo en la lógica de la de los intereses nacionales, sino también de favorecer el diálogo constructivo.
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fuente:listindiario.com







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