Pero el Padre Greg Boyle -o "Father G", como lo apodan- no lo pensó como un plan de ayuda, sino como un negocio. Una serie de "industrias" que generarían los fondos para sostener al programa mismo.
Las dificultades no faltan, dicen sus responsables: desde controlar la disciplina y enseñar a cumplir horarios hasta mantenerse como un espacio neutral entre expandilleros que estuvieron en bandos enfrentados en el pasado. Y están también los retos económicos en tiempos de crisis.
El modelo, considerado uno de los programas antipandillas más grande de Occidente, cumple 25 años.
Fuente:BBC Mundo
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