martes, 27 de enero de 2015

Odalis, la artesana sin brazos que con sus pies teje y alimenta a su familia

El círculo de la maternidad es infinito cuando en las entrañas de una tradición ancestral hay algo que enseñar. Algo que aprender. Por eso, Odalis Morales, fiel a su etnia y a su madre, y a pesar de haber nacido sin brazos, no fue capaz de interrumpir el flujo continuo de una familia de artesanos unidos a través de un símbolo preciso: el sombrero vueltiao.

Parece que en ella no hubiera habido nunca conjeturas sobre su profesión, una labor que da de comer a toda una familia y en la que participa toda su prole como parte del proceso de elaboración.
Las cosas "se llevan en la sangre", como si se creyera que a los de su raza (los zenú, asentada en la región del río Sinú) los persiguiera un destino irrevocable incluso cuando por cosas del azar la vida les impone una limitación.
Su madre nunca se preguntó si Odalis podría abrirse camino. Sus pies, que son sus manos, sus otros ojos del cuerpo, los hacen todo: cocinar, lavar, planchar, incluso saben ofrecer una caricia justa.
"Este proceso se lo debo a mi mamá que me enseñó a los ocho años a tejer. Duré dos meses para aprender y desde ahí inicié el tejido del sombrero vueltiao y los accesorios. Es muy duro, porque trabajar con los pies no es igual que con las manos. Con los pies me demoro 5 días para hacer uno solo. Con las manos, en un día ya estaría", cuenta.
El sombrero, paso a paso, se hace por todo un grupo familiar. Los une como familia. Está compuesto por cuatro partes: el ribete, el ala, la encopadura y la plantilla. La mamá hace la mayor parte del trabajo y los niños, hacen la plantilla.
En una ciudad sin ríos caudalosos y de escasa vegetación, hablar de una mujer indígena que en un local diminuto en uno de los lugares más convulsionados de Bogotá (San Victorino), dentro de un centro comercial que huele a químicos mortales, trabaja con sus pies una de las piezas más elaboradas del país por las que los extranjeros llegan a pagar hasta 500.000 pesos, parece un episodio que supera los rigores de toda realidad.
Acá llegó, en los años 90, desplazada por los paramilitares. Sin embargo, prefiere hablar de las posibilidades hacia el futuro antes de solazarse en un discurso trágico, lastimero. Habla de sus hijos, de la creciente visibilidad de su negocio.
"Tiene tres años y siempre me pregunta sobre mi trabajo. Se interesa por eso y me mira con curiosidad, como si le fuera a gustar", expresa no sin cierto orgullo cuando habla de su hija menor, de 3 años.
Y aunque sus pies ya están curtidos, fortalecidos por el trabajo, Odalis siente de vez en vez las punzadas dolorosas de la caña flecha cortando sus dedos.
Ese esfuerzo, del que nunca se ha quejado, ya le ha merecido reconocimientos: ser la Mujer Cafam en Córdoba en el año 2008.
Fue, además, la homenajeada en la edición XVIII del Festival Artesanal y Cultural del Sombrero Fino Vueltiao que organiza todos los años la comunidad zenú.
Son ellos, a los que Odalis todavía se siente atada, los creadores de esta pieza ancestral que fue declarada por el Gobierno Patrimonio Cultural de la Nación en el 2004.
En sus primero años, entre el anonimato y los problemas económicos, Odalis logró terminar su bachillerato en el colegio nocturno de Tuchín, Córdoba, lugar donde tiene ancladas sus raíces.Además, alcanzó a cursar cinco semestres de psicología.
Si quiere apoyar el trabajo de Odalis, su local queda en el centro comercial Fortaleza, en San Victorino. La dirección es calle 13 A # 12- 13, local 02.​
twiter:@monterobonao
fuente:co/np/co_eltiempo.html

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