![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5xRlcH2FrzY3Gd8x3Pm0f86VFxyba_j2CuhzpTQZtNVdgDTNxlz2PVlq7y9v_kJVOv_r5BXcCcsVmBMXHnCKtc9YpvGdCmcZoq8ajTXI6GArCh6MF_AO1SldGyEfLi68HiYlNmI9lsR8s/s1600/descarga.jpg)
Para esos tiempos, el proyecto de Estado confederado no andaba bien. La fortaleza del tejido social que Washington había ayudado a construir, estaba amenazada por acciones de hombres ansiosos, descreídos, ambiciosos y faltos de visión estratégica. Esos desafíos, unido a la amenaza exterior de los antiguos colonialistas, quienes creían imposible se mantuviese en pie por sí solo aquel proyecto de nación, una percepción que no dejaba de generar angustias internas entre los líderes fundadores.
Aunque reservado y de cierta timidez, Washington fue un líder con un gran autocontrol, cualidad difícil para un hombre que se mantuvo demasiado tiempo en las trincheras de la guerra. Su inteligencia natural le permitió sortear los peligros, aún en el peor de los casos, como fue aquella rebelión en Massachusetts, donde los poderes civiles estaban amenazados por insurgentes.
Washington, al margen del fragor de la guerra, fue un hombre de Estado; sus opiniones y advertencias, escritas o verbales, fueron muy certeras. En una recordada misiva a James Madison, otro de los padres fundadores de EE.UU. y quien contribuyó a la redacción de la Constitución, el líder político y militar se quejó por la falta de visión del proyecto de nación de la siguiente manera: “que triste es pensar que en tan corto tiempo hemos dado tan grandes pasos para cumplir las predicciones de nuestros enemigos trasatlánticos: “dejadlo solos y su gobierno se disolverá de inmediato”.
TWITER:@MONTEROBONAO
fuente:diariolibrecom.do/RAFAEL NÚÑEZ
0 comentarios:
Publicar un comentario