miércoles, 2 de agosto de 2017

Confesiones de sankipankis: turistas, sexo y visado

Tiene 19 años y recibe dinero mensual de tres extranjeras. Una le puede enviar 150 dólares, otra 100 euros. A.B. era menor de edad cuando comenzó a relacionarse sexualmente con turistas en la playa de Boca Chica.
Es domingo, el cielo tiene pocas nubes y el clima es cálido. A.B. se sienta al lado de una mujer que se broncea recostada y la corteja. No le importa que una “novia” rusa esté en trámites de llevarlo a su país. Él es todo un sankipanki.
—Eso es lo que hacemos: conocer amistades, tratarlas, brindarles un buen servicio, para que cuando se vayan, por lo menos se acuerden de uno— dice el joven moreno, de pelo trenzado, que oculta sus ojos en unas gafas oscuras.
Sus palabras son una descripción simple de un sankipanki. El Diccionario del español dominicano lo define más crudo: Hombre que se dedica a la prostitución en las zonas turísticas. Este individuo se relaciona con personas de cualquier sexo, pero en su mayoría mujeres.
—¿Te ofendes si te dicen sankipanki?— se le pregunta.
—No, digo yo soy, porque muchos quisieran estar en el lugar que un sankipanki está, porque no todo el mundo tiene el lujo de decir: vamos a hospedarnos en este hotel hoy.
Boca Chica es un popular destino, ubicado a más de 37 kilómetros de Santo Domingo. Junto con Juan Dolio tiene una tasa de ocupación promedio anual de establecimientos turísticos de 69, según registra una base de datos del Banco Central. En temporada alta, ha superado los 91, llegando a equipararse con Bávaro-Punta Cana y La Romana-Bayahibe.
En la playa donde A.B. pasa el día hay más sankipankis, a quienes policías turísticos vigilan su conducta, aunque el oficio no es tipificado de ilegal. La ubicación de hoteles en las cercanías les conviene. El personal los deja estar en las inmediaciones y hospedarse con las extranjeras, quienes pagan la estadía, cuyo costo, en un hotel cuatro estrellas, ronda los US$150-US$200 por noche, dependiendo de la temporada.
Aunque algunos sankipankis tienen tarifas (por ejemplo, 25 o 50 dólares por servicio), lo común es que procuren un beneficio más duradero. Construyen una relación afectivo-económica que puede derivar en un matrimonio que les permite emigrar y ser emisores de remesas.
fuente:diariolibre.com.do

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