El azul y blanco de las banderas de Nicaragua, el multicolor de las flores en memoria de los niños asesinados por fuerzas sandinistas y el negro de los crespones en señal de luto por los más de 285 asesinados, se mezclaron ayer con el rojo de la sangre derramada sobre el pavimento de Managua, donde nueve personas resultaron heridas por impactos de bala.
La “Marcha de las Flores”, que movilizó a miles de ciudadanos en la capital, arrancó con las ya habituales consignas en pro de la paz y la justicia para Nicaragua, nación sumida en una fuerte crisis sociopolítica que avanza imparable, acercándose peligrosamente a un país al borde de una guerra civil que se antoja inevitable.
Niños, ancianos, jóvenes de toda condición, estudiantes, madres que perdieron a sus hijos durante las protestas, vástagos que perdieron a sus padres, organizaciones de derechos humanos y ciudadanos en general salieron a las calles a pedir la renuncia inmediata del presidente del país, Daniel Ortega, y de todo el equipo de Gobierno.
Los colores predominaban, la luz de la mañana soleada otorgaba la mejor imagen posible de una Managua sumida en la desesperación, los cánticos de protestas se escuchaban fuertes y enérgicos, las fotos de los caídos devolvían la vida, al menos unos minutos a los que ya no están, todo era normal, hasta que el sonido de las balas convirtió un sueño de paz en la peor de las pesadillas.
Y frente a las balas, palabras. Frases cortas y rotundas, claras. “Seguiremos adelante, continuaremos en la lucha, que se rinda tu madre (a Ortega), nos levantaremos una vez más, nuestra sangre no se derramará en vano, de que se van, se van (a Gobierno)”.
fuente:listindiario.com







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